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“SENTIR FESTERO”

José Luis Saorín Piñera (CAPI)

Mi Fiesta, mis fiestas. Así las llamo y así he querido titular este pequeño y emocionado recuerdo.

Las Fiestas del Escudo, La Invasión, son las únicas que por mi profesión he podido disfrutar desde sus inicios.

Pero desde hace un tiempo, confieso que me siento “un festero triste” a causa de la lacra de este virus del siglo XXI que nos está impidiendo disfrutar de las fiestas como todos deseamos.

Esto es lo que nos ha tocado vivir. Pero, por otra parte, nada disminuye mi pasión por mi fiesta; pues en llegando estas fechas de abril, los recuerdos se agolpan e irrumpen en tromba haciendo vibrar el sentimiento al revivir todos los momentos ya vividos tan intensamente como festero; momentos excepcionales y, por qué no decirlo, algunos no tan buenos.

Pero quiero quedarme siempre con los mejores recuerdos, en los que siempre estarán presente todos aquellos festeros que conmigo comenzaron esta aventura hasta conseguir hacer realidad el sueño del que ahora gozamos: ¡UNAS MAGNÍFICAS FIESTAS!

Y no quiero dedicar este recuerdo solamente a esos pioneros de la fiesta, sino también a todos los que a lo largo de estos años se han ido uniendo a esta aventura, pues, sin los cuales nunca hubiésemos conseguido materializar ese sueño.

Y, cuando pienso en todo ello, irremediablemente me vienen al pensamiento aquellos inicios en los que unos cuantos hermanos de la hermandad de San Bartolomé nos vestimos con unas túnicas y unos turbantes para participar en una obra de teatro: quizás parezca todo muy pobre, pero de aquella precariedad, a fuerza de ilusión y trabajo, hoy tenemos esta magnífica realidad. (¿Quién lo hubiera imaginado? ¿Quién hubiera apostado por ello?)

El primer mercadillo en la plaza de San Bartolomé…repartiendo aquellos sencillos dulces, donados por las panaderías del pueblo, a los que llamábamos “tortas de la muda” ….

La primera invasión… ¡unos cuantos locos en el Puente de Hierro!

El primer desfile, las cenas en el campamento moro que montábamos en el Arenal del río…

Ese primer desfile lo recuerdo como si hubiese tenido lugar ayer mismo: Un grupo de guerreros de negro, que dio lugar después a la actual kábila Abencerrajes. Abu – l –Hassán , con todas sus favoritas bailando alrededor ( que luego fueron la kábila Andelma).

Y detrás, varios grupos más, en uno de los cuales yo desfilaba, y que fueron el germen de las actuales kábilas Alamines, Zegríes y Nazaríes.

Y no puedo ni quiero olvidarme de aquel primer grupo de cristianos que, encabezados por Mariano y Pascual, dio lugar a la actual mesnada Pedro Fernández…

Luego ya se fueron incorporando los demás grupos de festeros, y con su aportación, entre todos conseguimos estas Fiestas del Escudo que ahora disfrutamos y que yo las calificaría de espectaculares, fabulosas, impresionantes, diferentes y esplendorosas.

Son, ya veis, muchos recuerdos emocionantes y felices, entre los que destacaría aquellos vividos con mis compañeros de kábila, jóvenes y no tan jóvenes, unidos todos por un fin común: ¡NUESTRAS FIESTAS!

No es de extrañar, pues, que eche de menos esas reuniones antes de las fiestas; esos nervios de pensar en lo que falta por hacer, pro preparar, por comprar; la preocupación de que los trajes del desfile lleguen a tiempo, y la eterna preocupación de todos los festeros: ¡a ver si va a faltar cerveza! (aun sabiendo que nunca falta).

Llegan las fechas de las Fiestas, comienza la locura, el vértigo:

Montaje del campamento, ¡todo preparado!

La entrega de poderes al Comendador, la inauguración de los campamentos, la Embajada Mora a los pies del Muro, la Tronaera (que remojada con Estrella de Levante suena mucho mejor), los momentos previos a la invasión (¡vamos que es tarde, que no llegamos!).

La impresionante Embajada Cristiana, y, finalmente el Gran Desfile (vistoso, vibrante de música y color por la majestuosidad de todos los grupos – y, por supuesto, el mío: Alamines)

Y, casi sin darnos cuenta, todo se acaba; el trabajo de todo un año ha dado su fruto.

Cansados, derrotados, pero con la satisfacción del deber cumplido, pensamos ya en un próximo año que será, sin ninguna duda inolvidable.

Pienso en todo esto y me asalta la tristeza, pues este es otro año que el puñetero Covid nos roba.

Pero… ¡Todo pasa! Y, estoy seguro, que volveré a disfrutar de MI FIESTA. Festero del año 2009