En la Cieza actual, a 29 de abril de 2023.

EN ESTE ENLACE PUEDES VER EL ACTO DE LA INVASIÓN Y TRASLADO DE REHENES 

La parte de la historia de Cieza que se rememora en estas fechas es concretamente la referida a los hechos acaecidos el día 6 de abril de 1477.

A finales del siglo XV, el reino de Murcia gozaba de gran paz, debido a la tregua pactada entre los reinos de Castilla y Granada. Aprovechando esta situación de tranquilidad, el rey Granadino Abu-l-Hassán (el Muley – Hacén de los cristianos) envía incursiones por la zona para romper el pacto, y así ese 6 de abril de 1477, viendo en Cieza una villa desprotegida, sin fortaleza ni guardia, y encontrándose la población en misa de Pascua (donde actualmente está la Ermita de San Bartolomé), las tropas moras comandadas por el propio Abu-l-Hassán, tras una sangrienta batalla en las inmediaciones del puente (que había cerca de la actual muralla), invaden la villa, saquean, queman, matan y una vez conquistada, trasladan a los supervivientes, entre ellos el comendador D. Gonzalo Talón y familia a la Alhambra de Granada.

De este acontecimiento data la leyenda de que una MUDA, al ver venir las tropas moras, avisó a la población diciendo “¡Moros Vienen!”. Este hecho dio lugar al lema que figura en el escudo de Cieza: Por pasar la puente nos dieron la muerte.

En el día de hoy la Hermandad de San Bartolomé, y en su nombre la Comisión de Fiestas del Escudo, Organiza las fiestas del Escudo La Invasión, para recordar precisamente esta parte de la historia y que no caiga en el olvido.

El acto de la Invasión intenta ser una recreación de esos hechos, que de la mejor forma posible todos los integrantes de mesnadas y kábilas, o grupos de cristianos y moros, se adentran en un simulacro de batalla entre desiguales en el mismo lugar donde aconteció hace muchos siglos.

Ya todos sabemos de antemano que ganan los moros, pero no por ello resulta menos interesante acercarse al puente de hierro o al muro para ver este espectáculo sin parangón.

Este es el relato ficticio individualizado para cada uno de los bandos:

En la Cieça de 6 de abril de 1477.

CRISTIANO:

Desde la ermita se respira la tranquilidad que da una misa de Resurrección cuando de repente el golpeo de la puerta nos alarma para que una mujer muda, con dificultad manifiesta y a gritos desmesurados, nos avisa de que “Moros vienen, Moros vienen”. Sin tiempo para pensar en otras cosas de este mundo, el comendador de la villa, seguido del cura y de los que estamos presentes en la misa salimos corriendo hacia el mirador donde se aprecia con temor una muchedumbre de moros que a paso marcial se dirigen hacia la villa, sin conocer todavía cuales eran sus intenciones.

Al ver que las tropas moras se adentraban por el puente, el comendador nos arrecia para que tan solo con nuestro valor y nuestras pobres armas, bajemos al puente a defendernos.

Y así lo hacemos. Nos enfrentamos a las tropas moras, pero de todos es ya sabido que palos frente a espadas tienen la batalla perdida, y de forma resumida, nos apresan, saquean la villa y nos trasladan como rehenes a la Alhambra de Granada.

MORO

Desde la gran olmeda se aprecia a lo lejos las imágenes de una villa desprotegida, tan sólo el sonido de campanas que no sabemos a qué se deben, pero que posiblemente sus moradores tengan por costumbre hacerlas sonar para sus menesteres cristianos.

Ya la noche anterior el embajador de nuestro Rey nos alentó para destruir sus tierras y sus campos, que esas gentes no se esperan perder tal maravilla, que despejáramos nuestra mente porque “todo ocurrirá mañana cuando crucemos el puente”.

Y el mañana ha llegado, ha llegado el día en que ya estamos todos preparados para iniciar la marcha e infligir el sufrimiento ordenado por nuestro Rey Abu-l-Hasan.

Y así lo hacemos. A paso lento y a ritmo de tambores todas las tropas ordenadas y comandadas por el General, nos adentramos sin remedio en el puente que cruza el río. Vemos con asombro como unos cuantos cristianos bajan hacia el puente desde la muralla, yendo entre ellos uno con un atuendo llamativo, que más tarde nos dimos por enterado que era el cura de la villa.

Y con todo eso en nuestra vista a lo lejos, arreciamos la marcha y sin remedio alguno nos enfrentamos a esos cristianos que con mucho valor y pocas armas intentan hacernos frente.

Fue muy fácil como podrán entender. Una lucha cuyo final ya predecimos desde los albores del camino y hacerlos prisioneros, arrasar la villa y trasladarlos a nuestra Alhambra de Granada fue muy rápido.

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