“SENTIR FESTERO”
Ángela Marín Ortiz
Llega abril y con él ese fin de semana al cual, desde que tengo uso de razón, nunca he faltado, un fin de semana de vivencias, de sentimientos inexplicables y de montañas rusas de emociones. Un fin de semana en el que nuestro casco antiguo retrocede 544 años, y todos los que estamos dentro vemos cómo se para el tiempo, aunque este se nos escape de las manos. El mismo fin de semana en el que nuestras únicas preocupaciones son que los moros no pasen nuestro puente, aun sabiendo cómo termina la historia, o de llegar a tiempo al desfile del sábado por la mañana cuando las sábanas decidieron que pasaras más tiempo con ellas; el mismo en el que, año sí y año también, te pones nervioso al escuchar que “moros vienen” y que es hora de bajar a luchar; de nervios también en el deseo de que todos los trajes estén en perfectas condiciones para nuestro gran desfile final, en el que cada paso que das quieres retroceder al mismo viernes en el que comenzó todo, y en el que te estaban declarando la guerra.
Así que si tuvieras que elegir un fin de semana del año ¿cuál sería?
Lo tengo claro, ese que tiene una historia que contar, un grito de guerra, un disparo de salida, redobles de tambores, “moros vienen”, inquietud, nervios, lucha, libertad, festejos, convivencia, una familia festera y un sentimiento compartido.
Ese en el que mis padres, sin darse apenas cuenta, me introdujeron y del que solo tengo buenos recuerdos y gracias que dar; uno en el que, sin saber a lo que íbamos, acabó por ser parte de nuestra vida, de nuestro día a día. Y de ese del que, desgraciadamente, llevamos dos años sin poder disfrutar.
Básicamente, lo podría definir y concluir como un fin de semana que te encoge el corazón y que, irónicamente, te hace vivir.
