Kábila Ibn Nasr

Kábila Ibn Nasr

Fundada en 2018

Las gentes de la Kábila IBN NASR de Cieza, nos sentimos orgullosos de pertenecer a las fiestas históricas de Cieza, donde se revive y se representa, parte de su lejana memoria, como un legado patrimonial que debemos cuidar y mantener en todo su esplendor; sin olvidar la esencia de lo acontecido. Algo que debe quedar para el mañana.

Así es como determinamos la elección del nombre para este nuevo grupo festero, y elegimos el nombre de IBN NASR, en recuerdo del primer rey de la dinastía Nazarí, y que tantas leyendas ha dado a la humanidad en el transcurso de los años.

La idea de creación de este grupo festero de reciente creación, viene determinada por la visión de un grupo de festeros, que pensaron en la necesidad de implementar su inquietudes, con la intención de enriquecer las Fiestas de El Escudo-La Invasión, dentro de la humildad y trabajo colectivo, que debe primar en un grupo humano; y esa consigna, pretendemos que sea nuestra bandera.
Con la experiencia de algunos de los nuestros, y con la nueva sabia implementada, creemos casi con una total seguridad, que será la mezcla perfecta donde intentar conseguir transmitir, la historia que caracteriza nuestra particular conmemoración de los hechos que rememoramos de aquel 1477, y que supusieron un antes y un después en la historia de Cieza.

Las gentes de la Kábila IBN NASR de Cieza, nos sentimos orgullosos de pertenecer a las fiestas históricas de Cieza, donde se revive y se representa, parte de su lejana memoria, como un legado patrimonial que debemos cuidar y mantener en todo su esplendor; sin olvidar la esencia de lo acontecido. Algo que debe quedar para el mañana.

Con la desaparición del Califato de Córdoba, alrededor del año 1031, y de su esplendor pasado con el último Sultán Omeya, Hisam III, y anteriormente con su antecesor Hisam II, se dio en el al-Ándalus una peculiar circunstancia; pero que no era nada novedosa, en lo referente a la caída de cualquier imperio pasado o futuro. Sucedió al anterior estatus territorial, una disgregación durante varias decenas de años, que se determinó en llamar por los historiadores como los Reinos de Taifas, puesto que la extensión conquistada por los musulmanes de la Península, se repartió en diferentes pequeños reinos (Taifas). Más de una treintena de estos reinos se repartieron desde la zona más occidental del al-Ándalus, hasta el Xarq al-Ándalus, en los primeros Reinos de Taifas.

Durante los segundos períodos de Taifas, se sucedieron dos pueblos dominadores en una veintena de estos reinos: los almorávides, y posteriormente los almohades, hasta la total desaparición de estos clanes.

Con la llegada de los Terceros de estos reinos, compuestos por una docena de los mismos, se origina una lucha interna entre varios de aquellos reyes, entre los que encontramos a Ibn Hud, a Muhámmad ibn Yúsuf ibn Nasr, y anteriormente el Rey Lobo, Muhámmad ibn Mardanix.
La relación entre los reyes Ibn Hud y Muhámmad ibn Yúsuf ibn Nasr, no era precisamente la más cordial, y las disputas entre ambos por los territorios era frecuente, lo que favorecía en gran medida la estrategia de los cristianos que les plantaban batalla, o bien, buscaban alianzas indistintas con los reyes musulmanes, para su beneficio personal.

Con la muerte, por traición, de Ibn Hud en el 1238, sucede un hecho que dará un nuevo vuelco a la historia de los musulmanes en la Península, y es la creación del Reino de Granada, y de la Dinastía Nazarí que gobernaría durante algo más de doscientos años, este último reducto del imperio andalusí.
Muhámmad ibn Yúsuf ibn Nasr, nació en Arjona, en la provincia de Jaén, y desde allí inició su trayectoria y asentó a su familia, provenientes de la Taifa de Zaragoza, hasta alcanzar toda su gloria.

Pasaría a ser reconocido por la historia por diferentes nombres; entre ellos destaca el de “Ibn al-Ahmar” (el descendiente del Bermejo, o del rojo, por la coloración roja de su barba). Pero por tradición, no podría ser coronado rey, sino poseía alguna relación con la historia del Profeta; así es como se determinó una antigua relación de parentesco con un seguidor del Profeta, durante su camino de peregrinaje hasta la Meca. Este hecho, le permitió coronarse rey de Arjona en el 1232. Paso previo, a lo que seis años más tarde sucedería.

Y es así, cuando en el año 1238, entra en la ciudad de Granada, para proclamarse Rey de Granada, con el nombre de Muhámmad I. Al entrar en la ciudad, la población lo aclama al grito de: “Wa lâ Ghâlib illâ Allâh” (‘No hay otro vencedor que Alá’). Lo que más tarde, dio lugar a fomentar otro apodo por el que sería conocido hasta nuestros días: “al-Gálib bi-l-Lah” (‘el victorioso por Dios’).

Hay que destacar en este guerrero, la gran astucia que le precedía. Lo demostró en diversas ocasiones; sobre todo, en su relación con el rey cristiano Fernando III, ya que éste último, impuso una serie de portazgos o impuestos para mantener la paz, con aquel nuevo reino creado. Pero Ibn al-Ahmar, supo pagar aquellos impuestos injustos, demostrando vasallaje al rey cristiano; enviando incluso a la muerte de aquel, una escuadra de lujo a su entierro. Pero lo que realmente estaba organizando el flamante rey andalusí, era una nueva horda de guerreros con los que plantar cara al infiel, y defender los muros de la ciudad de Granada.

Pero sin duda, una de las obras más reconocidas por la humanidad, que originó la mente del primer rey de la nueva dinastía Nazarí, fue y es, la creación de una fortificación en lo alto del cerro de la Sabika, que será conocida hasta nuestros días como la “al-Qal’a al-hamra” (fortaleza roja), o al-Ḥamrāʼ (La Alhambra), sobre una estructura de origen romano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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